Historia del tomate palaciego
Saber de dónde venimos y llevarlo por bandera nos permite ser auténticos. En Casa Moral, nuestro restaurante de Los Palacios, continuamos tras tantas décadas, apostando por los productos de nuestra tierra y por sus sabores únicos. Si es de la tierra, sabe mejor. Hoy, en Casa Moral, te contamos un poco más sobre la historia del tomate palaciego, nuestro producto estrella, ¿nos acompañas en nuestro viaje en el tiempo?
Se puede dar la vuelta al mundo sin salir de Sevilla, aunque tal hazaña se reserve para esos productos que la tierra mima con especial esmero. No solo porque ya vinieron de ida gracias al descubrimiento del Nuevo Mundo, sino porque Sevilla misma fue el origen y el destino de esa universalización que ahora pretende con uno de los manjares de su despensa provinciana: el tomate palaciego o «bombón colorao» de Los Palacios y Villafranca. ¡Comenzamos nuestro recorrido sobre la historia del tomate palaciego!
Al filo de una marisma indómita, las fértiles tierras del recién nacido pueblo Villafranca de la Marisma acogieron semillas de tomate desde que desembarcaron las primeras en Sanlúcar de Barrameda provenientes del descubrimiento del Nuevo Mundo.
Los tomates se criaron aquí desde el principio como si no hubieran necesitado una adaptación tras un recorrido por medio planeta. Cultivaron tomates villafranqueses y palaciegos, pero especialmente aquellos, pues todavía en el siglo XVI faltaban dos centurias para que las dos localidades se unieran (1836) y era Villafranca de la Marisma la que tenía tierras. En realidad, todas las tierras.
Los Palacios, propiedad del Ducado de Arcos, era la imagen de un castillo en el centro y unas cuantas chozas en las laderas. Durante mucho tiempo hubo denuncias por ocupación ilegal de tierras de unos ciudadanos, los palaciegos, cuyo término municipal terminaba, como recordaba recientemente el cronista oficial de la Villa, Antonio Cruzado, «en las canales de sus propias casas». El caso es que vecinos de uno y otro pueblo no tenían muchas más alternativas que sembrar algo, y el tomate fue siempre una opción estrella. El clima acompañaba y las arenas también.
«Durante los siglos XVI y XVII se anotan las primeras partidas de tomates documentadas en los registros escritos de ciertos hospitales de Sevilla y Utrera», señala por su parte el archivero municipal de Los Palacios y Villafranca, Julio Mayo. Eran tomates de su pueblo que llegaban a sanatorios y hospicios de la época «como dispensario alimenticio y terapéutico». «Durante el siglo XVIII vuelve a probarse documentalmente la vigencia del tomate gracias a un pleito suscitado entre hortelanos de Utrera y ciertos manchoneros comarcanos», explica Mayo, que considera que este auto judicial constata que, hace ya más de doscientos años, el tomate era aquí el género hortofrutícola por antonomasia.
Pero no será hasta el siglo XX cuando se incremente la producción tomatera en todo el territorio. Contribuyó a ello la construcción del Palenque Municipal en 1932. Allí confluían todos los manchoneros del pueblo para vender sus productos. Y desde allí se lucían los tomates como tentaciones para viajeros de ida y vuelta que transitaban por la N-IV que discurría por la localidad. «Es importante subrayar el empuje institucional que el gobierno municipal republicano otorga a aquel mercado agrícola», dice el también historiador. De aquella época data el mimo de los agricultores con un producto al que construían sus propias casetillas: un hueco en las lomas de la tierra con un sombrajito de anea o pasto que ahora reproducen los viejos palaciegos que integran asociaciones como La Era cuando tienen la oportunidad de recordarlo en eventos como la Feria Agroganadera, que ya va por su XXIV edición.
El palenque cambió de sitio, pero no de filosofía, y durante la década de los 60, tras la conversión del perímetro agrícola del Bajo Guadalquivir en zona regable, se incrementaron las cotas de cantidad y calidad del tomate. Sin embargo, no fue hasta los años 80, con la irrupción de los primeros invernaderos, cuando los agricultores palaciegos empezaron «a extraer los mayores parámetros de calidad, rendimiento y rentabilidad al producto», recuerdan técnicos municipales como Pedro Bocanegra, uno de los encargados de la elaboración de un informe, hace casi una década, que aspiraba a conseguir para el tomate de Los Palacios y Villafranca incluso la Denominación de Origen.
Hoy el Tomate de Los Palacios es una Marca Nacional Colectiva que, aunque siga persiguiendo sellos superiores, se reconoce en todas partes no solo por su calidad, sino por la incesante labor de promoción que hace de él cualquier palaciego orgulloso, y por supuesto las instituciones públicas como el Ayuntamiento, las cooperativas agrícolas o la Asociación de Productores del Tomate, conscientes de que con el crecimiento del producto (12 millones de kilos anuales) también crece la imagen de esta despensa del Sur.
Hasta aquí nuestro recorrido a través de la historia del tomate palaciego, ¿Qué os ha parecido? Si quieres poder saborear cada alimento palaciego, cada plato y cada uno de sus vinos, estaremos encantados de recibirte en Casa Moral, nuestro restaurante donde comer en la provincia de Sevilla.
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